– 30 de agosto de 2011 –
- Aprender a usar la voz: las evidencias demuestran que los animales son más sensibles a nuestro tono de voz que a las palabras que pronunciamos. De hecho son más propensos a obedecer a tonos bajos de voz, como por ejemplo los de un hombre respeto a los de una mujer. Por tanto si reñimos un perro utilizando un tono cariñoso obtendremos exactamente el efecto contrario. Tampoco gritarle tiene efecto: el sensible oído del perro puede percibir muy bien los sonidos. Solo conseguiremos asustarle. Si no nos escucha no depende de que no nos oiga, probablemente no sabemos hablarle.
- Saber utilizar los comandos: es mejor utilizar palabras cortas respeto a frases. Los perros entienden un vocabulario restringido y por supuesto son ajenos a las reglas gramaticales. Para hacerle entender que no queremos que haga algo un “NO” seco con tono decidido será suficiente.
- Evitar el castigo: en la mayoría de los casos el castigo se utiliza mal y se abusa de él con la consecuencia que el perro se vuelve miedoso y hasta agresivo. El castigo en muchos casos rompe los enlaces emocionales de forma irreparable. Utilizar métodos positivos de adiestramiento puede ser más difícil pero a la larga compensa al animal y al dueño y fortalece su relación.
- Coherencia: en la comunicación debemos intentar enviar mensajes claros y coherentes. Si tres veces dejamos que el perro haga una cosa y una no, él no entenderá si puede o no puede hacerlo. Es importante que toda la familia se ponga de acuerdo sobre este punto.
- Ponerse al mismo nivel: otorgar al perro emociones y facultades humanas puede dificultar la comunicación. Debemos utilizar nuestros conocimientos y nuestra superioridad intelectual para ponernos a nivel del perro. Si lo conseguimos no habrá errores ni falsas interpretaciones.
- No conferir al perro emociones humanas: culpabilidad, remordimiento, venganza, son solo algunas de las emociones que no caracterizan los perros y que, quizás por los personajes del cine, de la televisión o de los cuentos, tendemos a asociar a ellos.
- Ser consciente de los límites de nuestro perro: conocerlas nos ayudará a no pretender demasiado de ellos.
- Saber observar: como los buenos etólogos, podemos observar el comportamiento de nuestro perro. A parte los mensajes codificados genéticamente, cada sujeto es un mundo y su carácter depende, sí de los genes, pero también de sus experiencias individuales y de la forma de interactuar con el ambiente. Además descubrir comportamientos que solo nuestro perro manifiesta lo hace único e insustituible.
- Saber interpretar: después de observar es importante procesar la información de forma correcta. Por esto es importante aprender un vocabulario que nos permita interpretar correctamente los mensajes que recibimos de nuestro amigo sin equivocaciones.
- Conocer para saber actuar: informarnos, leer mucho, intercambiar experiencias, preguntar a profesionales. Cuanto más conozcamos sobre los perros mejor. Descubriremos un mundo diferente y quizás aprenderemos que después de todo nosotros también llevamos dentro un mundo de instintos y sensaciones que nos acercan a los animales y a la naturaleza.
Vera Vicinanza
Coordinadora de los cursos online y a distancia del área veterinaria de ISED