Para un niño, crecer con un perro tiene muchos factores positivos: favorecen la comunicación verbal y no verbal, hacen compañía, se convierten en amigos y permiten adquirir responsabilidad sobre los cuidados que necesita una mascota. Numerosos estudios demuestran que el niño que tiene un perro establece vínculos con la naturaleza, crea hábitos y desarrolla la compasión y empatía.
Sin embargo, no todos los perros son recomendados para convivir con niños, ya que determinados instintos (presa, territorialidad o dominancia) son difíciles de encajar. Es por eso que es conveniente elegir un ejemplar con un temperamento tranquilo y con unas cualidades determinadas y, a la vez, se debe enseñar a la criatura a relacionarse con el animal.
Independientemente de si el perro es de raza o mestizo, hay que fijarse en su carácter. Algunas cualidades importantes son: poca dominancia, paciente y cariñoso, poco territorial y juguetón.
Por otro lado, sí que existen algunas razas más adecuadas para vivir en familias con hijos. Es el caso del Labrador, el Golden Retriever, el Bóxer, el Collie, el Galgo Español o el Mastín Español. Se trata de razas con baja reactividad, por lo que pueden tolerar más juegos infantiles tales como tirar de la cola o de las orejas al animal.
Todo contacto entre el perro y el niño tiene que estar supervisado por un adulto, tanto para proteger al pequeño como para proteger al animal, sobre todo si se trata de un cachorro.