La salud no es solo cosa de médicos, los profesionales de la farmacia, por el contacto casi diario con sus clientes-pacientes, llevan a cabo una importante misión que va más allá de lo profesional y que podría clasificarse como social: la atención farmacéutica. Ésta es distintiva y exclusiva de los profesionales farmacéuticos. Así lo transmitimos a nuestros alumnos del curso de auxiliar de farmacia.
La atención farmacéutica consiste en responsabilizarse de la farmacoterapia de los pacientes, pero esta tarea puede llevarse a cabo ciñéndose únicamente a su definición o bien añadiendo un plus, la actitud.
Cuando un cliente vuelve a la misma farmacia es porque la opinión que se ha formado del producto y del servicio, en una visita anterior, ha cumplido o superado sus expectativas, es decir, se muestra satisfecho.
Esta satisfacción está generada mayoritariamente por la actitud del profesional (calidad del servicio), puesto que en el precio no suele haber grandes diferencias entre farmacias y la calidad del producto viene garantizada por el laboratorio. Así pues, nuestra actitud es un factor clave para la fidelización de los clientes.
Pensemos por un momento que tenemos un problema de salud que nos inquieta y que quisiéramos que nos atendiesen sin necesidad de pedir cita previa, sin colas y dedicándonos el tiempo suficiente, así como explicándonos todas nuestras dudas y ofreciéndonos soluciones prácticas. Parece una utopía ¿verdad? Pues no lo es. En todos los barrios de nuestras ciudades existe la posibilidad de que esto se haga realidad ¿Dónde? En la oficina de farmacia. Y si además, a este servicio, se añade una sonrisa y un trato personal, no se puede pedir más.
La calidad de atención al cliente es lo que marca la gran diferencia, es un valor añadido y gratuito que los profesionales de la farmacia nos ofrecen.