La protección radiológica se refiere a las medidas establecidas por los organismos competentes para el uso seguro de las radiaciones ionizantes y garantizar así la protección de los individuos, de sus descendientes, de la población, así como del medio ambiente, pero sin limitar, de forma indebida, aquellas prácticas que, dando lugar a exposición a las radiaciones, conllevan un beneficio para la sociedad o sus individuos.
Las radiaciones ionizantes son aquellas que producen radiación de alta energía (rayos X, rayos gamma, partículas alfa, partículas beta y neutrones) capaces de generar daños irreversibles en los tejidos. Provienen de fuentes naturales, como los rayos cósmicos (entran en la atmósfera terrestre desde el espacio exterior) y el radón (gas radioactivo), así como de fuentes artificiales: aparatos de imagenología médica, como las radiografías, tomografías, mamografías, la medicina nuclear y la radioterapia.
¿Cómo se clasifica la protección radiológica? ¿Por qué es necesaria?
El Reglamento de Protección Sanitaria contra las Radiaciones Ionizantes (RPSRI), aprobado por el Real Decreto, 783/2001 y modificado por el Real Decreto 1439/2010 es la normativa que rige en España las pautas relativas a la protección radiológica y establece la siguiente clasificación de las personas expuestas, en función de los riesgos de las radiaciones ionizantes:
- Trabajador expuesto (TE). Son aquellas personas que por su actividad laboral están sometidas a una exposición a las radiaciones ionizantes que pudiera entrañar dosis anuales superiores a alguno de los límites de dosis fijados para los miembros del público.
- Personas en formación y estudiantes. Son aquellas personas que reciben formación o instrucción en el seno o fuera de la empresa, para ejercer un oficio o profesión, relacionado de forma directa o indirecta, con actividades que puedan suponer exposición a las radiaciones ionizantes.
- Miembros del público. Es cualquier individuo de la población considerado de forma aislada, con exclusión explícita de los trabajadores expuestos y estudiantes durante sus horas de trabajo habitual y las personas sometidas a exposición por procedimientos médicos y exposiciones voluntarias para colaborar con pacientes o formar parte en programas de investigación médica o biomédica.
- Población en su conjunto. Es la colectividad integrada por los trabajadores expuestos, las personas en formación, los estudiantes y los miembros del público.
La protección radiológica es necesaria para preservar la salud de las personas de los efectos nocivos de la exposición a la radiación, pero sin limitar, de forma indebida, las acciones humanas que puedan estar asociadas a dicha exposición y que suponen un gran avance en el desarrollo científico de la sociedad.
¿Cuáles son las medidas de protección radiológica?
Existen tres principios básicos para alcanzar el objetivo primordial de la protección radiológica:
Justificación: refiere que toda actividad que incremente la exposición a radiaciones ionizantes debe suponer un beneficio para la colectividad.
Optimización: esta medida también se conoce como Principio ALARA, por sus siglas en inglés (As Low As Reasonably Achievable), es decir, “Tan bajo como sea razonablemente posible”. Establece que todas las exposiciones a radiación deben mantenerse a niveles tan bajos como sea posible, considerando factores sociales y económicos.
Limitación de dosis: las dosis de radiación recibidas por las personas no deben superar los límites establecidos en la legislación vigente, por ejemplo; el límite de radiación recomendado cada cinco años para los trabajadores profesionalmente expuestos es de 100 milisievert (mSv).
¿Cuánto tiempo dura la radiación en el cuerpo?
Día a día las personas están expuestas a fuentes naturales de radiación o radiación de fondo, como el agua, el suelo o la vegetación y para determinar el tiempo que permanece en el cuerpo la radiación, por fuentes artificiales, como los rayos X, se establece una comparación entre la dosis de radiación absorbida por el cuerpo o dosis efectiva y la dosis de radiación de fondo.
Una tomografía axial computarizada (TAC) de abdomen y pelvis, por ejemplo, supone una exposición de 7.7 mSv o milisievert (unidad científica de medición para la dosis de radiación del cuerpo), equivalente a 2 años y 6 meses de exposición a la radiación natural. Y un procedimiento de rayos X dental, supone una dosis de radiación efectiva aproximada de 0,005 mSv que equivale a un día de radiación natural.
¿Cuáles son las 3 reglas de oro de la protección radiológica?
El principio ALARA o “Tan bajo como sea razonablemente posible” se considera el estándar de oro para la protección contra la radiación, pues puede disminuir el riesgo para los trabajadores expuestos ocupacionalmente, así como los técnicos de radiación, además, es un requisito para los programas de protección radiológica. Sus tres reglas de oro son:
- Distancia
Es importante mantener una distancia segura de la fuente radioactiva. Mientras más lejos se esté de ella, menor es la dosis de exposición.
- Tiempo
Al trabajar cerca de una fuente radiactiva, se debe tratar de limitar la cantidad de tiempo que se pasa cerca de ella, tomando medidas como terminar la tarea con prontitud y evitar permanecer en ambientes de riesgo como áreas de radiactividad en el aire o áreas contaminadas.
- Blindaje
Si las dos reglas anteriores no son suficientes, es necesario interponer algún material absorbente o blindaje que sirva de protección entre el operador y la fuente de radiación: hormigón, plomo o plásticos especiales, cuya eficacia aumentará a medida que se tome en cuenta el tipo de radiación que emite la fuente.
Sin duda alguna, la radioactividad tiene consecuencias dañinas sobre la salud, pero también aplicaciones muy útiles y variadas, como la conservación de alimentos, la elaboración de las carátulas de los relojes, los detectores de humo y las lámparas fluorescentes, el control de plagas, procedimientos de diagnóstico y tratamiento de enfermedades o la industria del gas, de allí la importancia de la protección radiológica a nivel internacional y la necesidad de establecer un razonable balance riesgo – beneficio.
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